Una tertulia con el viejo Amós (Abril 2020_1)

Pocas veces he tenido tan pocas ganas de compartir la Palabra como hoy. Preferiría ser parte del auditorio, ser capaz de desconectarme, y pensar que si de pronto me pierdo en mis pensamientos mientras alguien más expone puedo estar bien y ahorrarme el dolor y la incomodidad. Ayer fue un día pesado, porque nada me cuadraba ni me cuajaba para este mensaje (y aun ahora no siento que esté listo); demasiado en qué pensar, demasiado que preguntarle al Señor antes de atreverme a abrir la boca… pero no se puede, el tiempo llega, ya es el primer jueves de abril, ya están ustedes conectados a esta plataforma y ya quieren recibir del Señor algo que les ayude, que les traiga esperanza, una idea, una luz, ¡ALGO!… pues yo también tengo esa misma necesidad.

Y me imagino que ya han tenido que vivir esto ustedes mismos, ya que van por lo menos dos domingos en que la supuesta “normalidad” que conocíamos se nos fue por el sifón, probablemente para no regresar nunca más. Y ahí está la gente todavía mareada del golpe, confundida, temerosa, ofuscada, algunos con problemas reales y urgentes como el de qué pondrá sobre la mesa hoy mismo, otros recién dándose cuenta de cuánto temen a la enfermedad o la muerte, o de cuán solos están en la vida o desesperados tratando de convivir con otras 5 personas en 40 metros cuadrados o lo que sea… la gente necesita escuchar la voz de Dios más que nunca y somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de traérsela… casi nada.

¿Pero es que acaso tú y yo, por muy pastores que seamos, no somos también solamente carne? ¿Qué le vamos a decir a la grey? No puede ser lo que se nos ocurra alegremente ¿verdad? Todos quisiéramos elaborar un mensaje de ánimo, de aliento, de esperanza… y en esas estaba preguntándole al Señor qué traer para ustedes sus siervos en esta ocasión y no me dejó en paz hasta que me encerró en una pequeña cuarentena con Amós. No puedo decir que fueron muchos días, porque jugué con muchos textos y pasajes diferentes hasta hace un par de días, en que llegué a la casa de este profeta y me encontró ahí el toque de queda y el hombre se puso a hablar sin parar… ¡y vaya que es duro escucharlo!

Para empezar, Amós me dice que entiende muy bien eso de querer estar en otro lugar y haciendo otra cosa, porque él no es un profeta sino un campesino del sur de Judá y es enviado sin más ni más al reino del norte a profetizar y no en las mejores condiciones, como nos podremos imaginar. Por eso, el riesgo que corrió fue inmenso y me imagino que su sensación de estar en el lugar equivocado queriendo estar en otra parte, era muy superior al mío.

Amós arranca dando una mirada a las naciones que rodeaban a Israel: Damasco (1:3), Gaza (6), Tiro (9), Edom (11), Amón (13), Moab (2:1), hasta llegar donde su hermana Judá (4) y finalmente alcanzar al mismo Israel (6). El juicio arranca en cada caso con la fórmula “Por tres pecados de__ y por el cuarto no revocaré su castigo porque…” y pasa a enumerar las razones de su ira. Desde Damasco hasta Moab, en el caso de las naciones vecinas, sus pecados son la violencia, la traición, la forma en que se tratan entre sí los seres humanos, robándose unos a otros, traficando con el prójimo como si fuera un mueble, llegando a tal punto su ambición y avaricia que ni el vientre de una madre es sagrado para esas bestias en su afán de hacerse de riquezas (1:13) .

No sé a ustedes, pero me es triste reconocer que el mundo que rodeaba al pueblo de Dios hace unos 2800 años no era muy diferente del que nos rodea hoy. Hace siglos que se decretó formalmente la libertad de los esclavos, pero hoy en día hay más esclavos que nunca bajo formas clandestinas o semi oficiales; la trata de personas es una plaga de proporciones increíbles contra la cual no parece haber remedio y nadie puede negar la existencia de multitudes de hienas asquerosas que viven de abrirles el vientre a las mujeres, sacándoles sus hijos no nacidos de las maneras más salvajes, para ganar dinero, fama o posicionarse políticamente.

Qué bueno sería que el profeta siguiera dándole garrote a toda esa actividad demoníaca que desarrollan “los otros”, “los demás”, “los malos”, pero no… la siguiente víctima de su denuncia es Judá, aunque ahora el reclamo de Dios cambia dramáticamente: (2:4). Judá es castigada porque menospreció la ley de Jehová, no guardó sus ordenanzas y caminó hacia el abismo siguiendo sus propias mentiras. Ahí los aplausos al profeta se silencian porque ya nos toca a nosotros, ya desnuda nuestra propia maldad. NO somos mejores que “ellos”; no somos menos malos y por supuesto que estamos lejos de ser “buenos” (porque no hay ni siquiera UNO ¿recuerdan?). De alguna manera el Señor mete a Judá en el saco con los demás porque a pesar de ser el pueblo escogido y habitar la tierra prometida, se hizo uno con esos “ellos”, esos “otros” a los que tanto nos gusta señalar con dedo acusador. No somos diferentes… nos hicimos parte del paisaje. Puede que nosotros mismos como individuos nos consideremos personas honestas, pero los pastores no tenemos fama de ladrones por gusto (pero eso más adelante). Por otro lado, basta darle una mirada a las redes sociales de las personas de nuestras propias congregaciones para ver cuántos de nuestros líderes y maestros animan a otros en ese sincretismo cultural, adoptando y celebrando como “normal” el sexo ejercido en modo perro, o aplauden el asesinato irresponsable y asqueroso de los indefensos porque no es más que una “interrupción voluntaria del embarazo” en ejercicio de un supuesto mezquino derecho que no existe, o se suben al carro de moda de los 3, 20 o 150 dizque “géneros” que se inventaron para sustituir a los dos sexos (porque ni saben de qué hablan). Aun los cristianos ya es demasiado común que nos casamos y nos divorciamos y nos volvemos a casar como si eso nos diera puntos en el supermercado, y solo nos quejamos de la desigualdad social o del abuso o de lo que sea cuando somos víctimas directas, pero no antes. ¿Acaso podemos decir que no hemos menospreciado los estatutos de Jehová nosotros también? ¿Podemos decir acaso que no hemos caminado al abismo detrás de las mentiras que nosotros mismos nos hemos inventado? ¿Cómo se nos ocurrió convertir las promesas de cuidado y de bendición de Dios en algo tan putrefacto y diabólico como la Teología de la Prosperidad? Hemos levantado la noción de que el Hijo de Dios murió en una cruz para que yo tenga mucho dinero, para decirle exactamente la marca y el color del carro que mi concupiscencia desea y ordenarle que me lo ponga en la puerta ¡AHORA, en el nombre…!, para vivir como rico en la cara de quien muere de hambre y para alcanzar la eterna juventud. No, no hay ninguna discusión… no somos mejores que Judá. ¡Para nada!

Y entonces le llega el turno a Israel, que hasta ese momento debe haberse estado feliz de ver cómo vapulea Amós a Judá… pero ahora es su momento de ponerse pálido y morderse el labio. Y en su caso, la lista es grandecita:

  • vendieron por dinero al justo (al pobre por un par de zapatos) (2:6; 8:6)
  • pisotean en el polvo de la tierra la cabeza de los desvalidos (2:7)
  • tuercen el camino de los humildes (7)
  • viven una sexualidad inmoral, en profanación del nombre mismo de Dios (7)
  • esa inmoralidad la ejercen con los recursos de los que despojan a otros (8)
  • desecraron lo sagrado dándole vino a los nazareos (12)
  • callaron a los profetas (2:12; 7:12)

¿Alguien podría haberse imaginado que así es como vive el pueblo de Dios? ¿A alguien le cabe en la cabeza tanta maldad entre los escogidos de Jehová? Díganme si no, con toda honestidad: ¿Podemos decir que como pastores nos cuidamos de no ser serviles, obsequiosos y pusilánimes frente los adinerados y poderosos dentro y fuera de nuestras congregaciones al mismo tiempo que somos rígidos, autoritarios y hasta prepotentes y abusivos con los pobres y desvalidos? ¿O podemos afirmar con convicción que entre los pastores de esta ciudad no hay quienes exprimen a sus congregaciones para construir patrimonios grotescos? ¿O podemos poner la mano en el fuego de que no hay ni un solo pastor “prominente” de quien se sospecha que su aprovechamiento de las ovejas va más allá de quitarles la lana, ni que levanten el nombre de Jesús para lo que les dé la soberana gana o que echan como perros de sus congregaciones a quienes siquiera pretendan cuestionar si lo que esos lobos con piel de oveja y título de “pastor” hacen está o no de acuerdo con los valores del reino?… pero, otra vez, recuerden que no son solo “ellos”. Si somos sinceros, tendremos que reconocer que muchos de nosotros no hemos alcanzado esos niveles de maldad solo porque no hemos tenido la oportunidad.

Y bueno, siguiendo con lo que nos cuenta Amós, la cosa se le va honda a Israel. En el capítulo 4 hay un sermón que usa otra fórmula: “mas no os volvisteis a mí dice Jehová”. Miren, vacas gordas y engreídas (y ahí puede estar hablando de los líderes religiosos corruptos o de sus esposas, igualmente malvadas, ambiciosas y descaradas, o de ambos tal vez), que atropellan a los pobres y menesterosos… vayan a sus lugares de culto (Betel, Gilgal), ejerzan su injusticia y proclamen sus mentiras (4:4) y traigan sus sacrificios y diezmos y alaben y pidan ofrendas… pues que así lo queréis, dice Jehová el Señor (4:5). Recuerda a la sentencia de Romanos 1 ¿verdad?… ¿Quiere pecar?… pues listo, hágale, bien pueda. Pero…

  • les hice pasar hambre (6)… y no os volvisteis a mí
  • les envié sequía (7-8) … y no os volvisteis a mí
  • les envié plagas a sus cosechas (9) … y no os volvisteis a mí
  • les envié mortandad y pestilencia (10) … y no os volvisteis a mí
  • les envié fuego como a Sodoma y Gomorra (11) … y no os volvisteis a mí

Pero volviendo por un momento a 3:2, hay algo que no podemos dejar escapar: Dios nos castiga porque somos su pueblo. Al que más se le da, más se le demandará (Lc 12:48). Solo el padre que ama a su hijo lo disciplina (Pr 3:12)… y entonces podemos ver que todo lo que nos pase es en últimas: para que te vuelvas a mí, dice el Señor. En otras palabras, aun en estas circunstancias, el sufrimiento de su pueblo es un acto de amor de parte de Dios.

Llegamos entonces al capítulo 5 de este libro, que se puede resumir en el verso 4: Buscadme y viviréis dice el Señor. Cayó la virgen de Israel (5:2), la que se creía intocable y se volvió engreída. Quedará un remanente, pero el 90% de ellos perecerá (5:3). Hay una salida pero… no busques al Señor en los lugares de culto (5:5) porque para él, ese es un culto pervertido y nauseabundo por las siguientes razones:

  • convierten en ajenjo el juicio y echan por tierra la justicia (7)
  • aborrecen al reprensor en la puerta de la ciudad y abominan a quien habla lo recto (10)
  • vejan al pobre y de él reciben carga de trigo, por lo que hacen casas de piedra labrada en las que no vivirán y tienen hermosas viñas que no disfrutarán (11)
  • son rebeldes, pecadores consuetudinarios, aflijen al justo, reciben cohecho, en los tribunales hacen perder su causa a los pobres (12)

En un arranque de bondad, entre los vv. 13 y 15, el Señor cambia el tono y les da una esperanza de salvación:

Sean prudentes y guarden silencio, porque el tiempo no es bueno

Busquen lo bueno y no lo malo… para que vivais

Aborrezcan el mal y amen el bien

Establezcan justicia en el juicio

Entonces…QUIZÁS… Jehová tendrá misericordia

Ese “quizás” del Señor es estremecedor, porque parece que no tuviera ganas de asegurarnos su perdón ni siquiera si corregimos HOY nuestros caminos, pero también sabemos que él no desprecia el corazón contrito y humillado (Sal 51:17) y que si nos humillamos y dejamos los malos caminos y lo buscamos a él, sanará nuestra tierra (2 Cr 7:14).

Entonces, en un tiempo de llanto, y lloro en las calles y plazas (5:16-17) (¿Wuhan, Bérgamo, Madrid, Guayaquil, Nueva York?), el Señor se pone delante de su pueblo y les dice: Miren, por favor, deténganse un momento… no es más religión lo que les estoy pidiendo (5:21-23), sino hacer el bien, hacer justicia (5:24)… pero Israel no entiende y está confiado en que es el pueblo escogido y nada les pasará (6:1), pero el Señor levantará una nación contra ellos (6:14).

En los capítulos 7 y 8 están las 3 visiones, de las langostas, la plomada y la fruta remadura, que no tenemos tiempo de ver en detalle, en los que destaca la oración de Amós por misericordia (7:5). Otra vez, no puede dejar de darnos un escalofrío a los creyentes escuchar de la boca del Señor que es la maldad de Israel la que traerá hambre y muerte sobre la tierra y ocasionará que quienes antes cantaban, ahora llorarán al ver los cuerpos en las calles (8:3). easte es un desastre por el cual no podemos echarle la culpa a nadie más.

El último capítulo, el 9, nos habla de que el juicio del Señor es inevitable, y me preocupa el verso (10), que castiga a quienes dicen “no nos pasará nada” (que recuerda a los que curan con ligereza el quebranto del pueblo diciendo ‘paz, paz’, cuando no hay paz [Jer 6:14]).

La esperanza

Además del “Buscadme y vivireis” del capítulo 5, tenemos ahora el (9:8) que nos dice “no destruiré del todo la casa de Jacob dice Jehová” (recuerden que quedará un 10% en pie) y los versos 11 al 15, que hablan de la restauración final de Israel, con fin del cautiverio, abundancia de cosechas, restauración del culto y seguridad en su tierra… ¡pero esto llega después de 9 terribles capítulos!

Una reflexión

Hermanos, hasta ahí la Palabra de Dios. Casi que solo la hemos leído a vuelo de pájaro. Ahora déjenme hacer una reflexión personal, que están en libertad de compartir o no, pero que me parece inevitable hacer.

Como iglesia veo que estamos reaccionando de muchas maneras diferentes ante esta crisis, todas seguramente muy bien pensadas y con la mejor de las intenciones. Sin embargo, al leer a Amós no puedo dejar de pensar en cosas como estas, que bien podríamos recibir como advertencias por parte del profeta:

Ojo con el triunfalismo barato.

¿Cómo osamos decir “no nos pasará nada” o “tranquilo que plaga no tocará tu morada” aun citando al salmista (Sal 91)?… ¿Con qué derecho podemos promover semejante (falsa) confianza? ¿Y qué pasa si el hermano o uno de sus familiares muere por la plaga… ¿Cómo lo explicas eso sin tartamudear, sin traumatizar más al moribundo o al deudo y sin denigrar de la majestad de Dios? ¿O me vas a decir que entre los miles de personas que han muerto de diciembre para acá no hay cristianos? Mucho cuidado con el verso 9:10 de Amós: (“A espada morirán todos los pecadores de mi pueblo, que dicen: no se acercará ni nos alcanzará el mal”) (Énfasis mío).

Ojo con salir a vender más religión.

Los versos 4:4-5 / 5:21-23 / 8:10 / son textos que nos recuerdan a Oseas 6:6-7, cuyas ideas son recogidas en Mt 9:10-13 y Mt 12:1-8 por el mismísimo Jesucristo, y que encontramos también en Isaías 1:10-20… ¡demasiadas referencias para ignorarlas! ¿No se nos habrá pasado la mano con la cantidad, la sofisticación del elemento cúltico y religioso de nuestros ministerios? ¿No habremos endiosado demasiado a los músicos y animadores religiosos, demandando más y más señales como una generación de víboras? ¿No han escuchado por casualidad que hay que reducir más y más los tiempos de la predicación porque ya nadie escucha después de 10 minutos? ¡Ah pero cantemos y saltemos dos horas sin parar… basta con llamar a eso avivamiento y estamos bien! ¿Cómo les suena eso de que a la gente hay que darle lo que les gusta porque de lo contrario se van? ¿Se parece en algo a eso que decía Jesús: “El que tiene oídos para oir que oiga”? ¿Después de enloquecer a las multitudes con entretenimiento religioso de altísima calidad y de meterles la mano al bolsillo con gran entusiasmo por meses o años, amaestrándolos bien en el cumplimiento de una religiosidad superficial y sin ética, podemos decir que hemos cumplido con la Gran Comisión de ir y hacer discípulos de Jesucristo?

Ojo con seguir los pasos, envidiar y aun y tolerar a esos mercaderes desvergonzados que han convertido la casa de tu Padre y el mío en guarida de ladrones.

¿Necesito abundar en esto? ¿Verdad que no? Una cosa es buscar legítimamente lo que se necesita para que el ministerio funcione, incluído el grano del buey que trilla y el salario del obrero digno y otra cosa es eso que vemos todos los días, que si a nosotros mismos –siendo malos– nos genera repulsión, no podemos ni siquiera imaginar cómo se sentirá Dios.

Ojo con andar de alianza con el César.

Claro que hay ocasiones en las que el Señor mueve a los Daríos, a los Ciros, y a los Nabucodonosores de este mundo para su gloria, ¡cómo no! Para eso él es un Dios soberano y quieran o no, tarde o temprano lo alabarán todos los reyes de la tierra. Sin embargo, una cosa es César y otra Dios. Por ejemplo:

¿Hasta dónde podemos caminar felices de la mano con quien tuerce la justicia, con quien prevarica, con quien le da palacio por cárcel al que roba miles de millones pero mete en una jaula inmunda a quien roba medio peso muerto del hambre?

¿Hasta dónde creemos que nos sería César propicio y nos sonreiría si denunciáramos como debiéramos la desfachatez con la que a lo bueno llama malo y viceversa?

¿O si lo enfrentáramos con su descarada maldad al decirle a nuestros niños que pueden ser niñas cuando quieran o al revés?

¿O si lo demandamos por desvirtuar al matrimonio hasta convertirlo en una caricatura?

¿O si fiscalizáramos los miles de millones que invierte en asesinar bebés?

No señores, no es en componendas con el poder que lograremos algo de lo que nos podamos enorgullecer. ¡Si servimos al estado, deberá ser en nuestros propios términos, como lo hicieron Sadrac, Mesac y Abed Nego, o nada! ¡Y que nos metan al horno o nos tiren a los leones, que el Señor nos salvará Y AUN SI NO NOS SALVA, seguiremos afirmando tercamente que solo a él serviremos! (Daniel 3:17-18)

Ojo con abrazar la cultura sin más ni más.

Sí, es verdad que estamos en el mundo, pero es igualmente cierto que no somos del mundo. Judá e Israel se mimetizaron con las naciones vecinas e hicieron lo que se esperaba de ellas (de las naciones vecinas), pero no del pueblo escogido de Dios. El castigo de Judá vino por menospreciar la Palabra y las ordenanzas del Señor y parece increíble, pero hoy la iglesia está igualmente carcomida por actitudes expresadas en frases como “no seas anticuado, moralista, fanático, etc.” “eso es normal”, “todo el mundo lo hace” o la arrogante “¿qué tiene de malo?

Aun para quienes se dicen hijos del Altísimo, hoy por hoy las fuentes principales de la sabiduría –como para cualquier hijo de vecino– son el pragmatismo (lo que funciona), el hedonismo (lo que me gusta), el individualismo (lo que me parece y lo que me conviene) y a pocos les importa lo que Dios dice, sobre todo si eso que él dice implica sacrificio, dolor, renuncia y otras “abominaciones” como esas. Si el mismísimo pueblo de Dios piensa y cree eso y vive de esa manera (y perece por falta de entendimiento), ¿no cabe que nos preguntemos qué hemos estado enseñando nosotros sus pastores? ¿Dónde está y de qué tamaño es nuestra responsabilidad en todo esto?

Ojo con el prevaricato religioso.

(Prevaricato o prevaricación: “Delito consistente en que una autoridad, un juez o un funcionario dicte a sabiendas una resolución injusta” DRAE)

¿Por qué es tan prevalente, por ejemplo, que si un pastor comete un pecado sexual sus autoridades optan tantas veces por simplemente moverlo de parroquia? Si por casualidad esas autoridades eclesiales son confrontadas, salen con excusas absurdas como que fue para evitar el escándalo, o para que el nombre de Cristo no sea vituperado…¡Mentira! Eso lo hacen solamente para pasarle el problema a alguien más, para no tener que enfrentar algo tan desagradable, o por una supuesta y falsa “misericordia” con el que cometió la falta. (Somos más Pilato que Pablo). Piensen siquiera por un segundo: si movemos a un depredador sexual a otra iglesia que no sabe nada del asunto y a la que mantenemos a ciegas, solamente estamos liberando al lobo en medio de ovejas frescas… ¿harías eso con tus propios hijos o hijas? ¿Se los pones de pastor y no les dices nada y “que sea lo que Dios quiera”?

Muchas veces esa conducta de nuestras autoridades es pura y simple cobardía infame; otras veces es el maligno “hagámonos pacito” de un tipejo que llegó a estar en en autoridad quién sabe cómo, pero que tiene rabo de paja seca, quien –muy previsivo– recurre al “hoy por ti, mañana por mí” como cualquier otro mafioso de pacotilla. ¿Hermanos pastores. ¿todavía creemos que ha caído el juicio sobre la maldad “del mundo”? ¿No podemos esperar la maldición de Dios sobre tanta canallada y horror entre los príncipes de su pueblo?

En resumen, mis queridos hermanos, y para terminar:

  1. Esta es una oportunidad dorada para llamar al arrepentimiento al pueblo de Dios, a sus líderes, a sus autoridades, sus doctores de la ley, sus sacerdotes, sus escribas, sus servidores del templo… ¡todos nosotros! Todos a vestir cilicio, rapar las cabezas y derramar ceniza sobre ellas… entonces quizás… solo quizás… el Señor tenga misericordia.
  2. Esta es una oportunidad dorada para distanciarnos de la cultura en la que estamos, de ser sal y luz, de vivir y anunciar lo justo, lo recto, lo bueno, de demostrar que el Espíritu Santo mora en nosotros y que eso del amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fe, mansedumbre y dominio propio no es carreta. Si estamos en medio de esa cultura, es para servir al necesitado en nombre de Jesús mientras proclamamos la salvación que solo él puede ofrecer.
  3. Esta es una oportunidad dorada para demostrarle al mundo que la persona de Cristo y su obra en la cruz hacen una enorme diferencia. Sin él, lo único que podemos anunciar es desastre total e irremediable, producto de la ira de Dios. Con él, podemos anunciar gracia, misericordia, perdón… pero para eso el reconocimiento del pecado, el arrepentimiento y el abandono del mal son imprescindibles. Dejémonos de propagar religión barata y vacía como si fuera un virus maligno y pongámonos a proclamar al Cristo verdadero con nuestras vidas y con nuestras palabras.

Termino leyendo ese maravilloso verso de 2 Cr 7:14, que parece indicarnos el mejor regalo que le podemos hacer hoy a la humanidad, además de seguir anunciando salvación y vida eterna en el nombre de Jesús:

14 si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.

Manuel Reaño

Medellín, 02 de abril de 2020

director@koinonos.org

Acerca de Manuel Reaño

A man who's had the privilege of getting old
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Una respuesta a Una tertulia con el viejo Amós (Abril 2020_1)

  1. gladysospina dijo:

    Casi un año después seguimos viendo que la única forma es humillarnos ante Dios, orar y volvernos de nuestros malos caminos (pecados) para que seamos escuchados, perdonados, y que sea sanada nuestra tierra!!! Que en medio de todo lo que vivimos, no nos acostumbremos, no nos acomodemos y no perdamos en nuestro corazón el anhelo de esa intimidad con El!

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